lunes, 20 de mayo de 2013



Prometo que volaremos, ya negociaremos otro día el aterrizaje.





Decían que aquello era volar. 

Nos conocimos por casualidad, por probar una nueva línea aérea, y la curiosidad de unas risas compartidas.
En tierra pasamos de largo de la puerta de embarque, y no nos dimos cuenta del despegue. Viajábamos a la 
velocidad de un crucero en un cielo de sábanas blancas y gemidos. Dejamos que la pasión pusiera el piloto
automático y volcamos las manos en otras batallas. El vuelo fue precioso,por fin un acompañante de vuelo.
Mucho peor el aterrizaje. Desatendimos las normas en caso de fallo y sin chaleco salvavidas, nos ahogamos
en un mar de dudas.
Llegó un momento en que empezamos a viajar a 600 malentendidos por hora. No hará falta buscar la caja 
negra entre el fuselaje para conocer las razones de nuestro fracaso . Supongo que tenía razón esa canción
que hablaba de que "un hombre y una mujer son como aviones de papel: vuelan por un tiempo pero al final
tienen que caer". Pero siempre hay más aeropuertos, siempre se puede aterrizar de emergencia en otro 
presente, en otros ojos. 
Ahora que te tengo enfrente quiero preguntarte si por algún casual aceptarías ser mi copiloto.

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